“Ahora me pongo”, “No tengo deberes”, rabietas, discusiones, constantes visitas a la cocina…. ¿Te resulta familiar? Es una lucha diaria para algunos padres y madres que temen la hora en que sus hijos e hijas se tienen que poner a hacer los deberes y estudiar. Tal vez podamos ayudaros…
En primer lugar, debemos mantener la calma y ser comprensivos. Hablaremos con nuestro hijo o hija e intentaremos que nos explique qué problema tiene a la hora de sentarse a estudiar.
Procuraremos, además, hablar con los profesores y monitores para que nos den más información acerca de su rendimiento y comportamiento en la escuela, en actividades extraescolares y escolares.
Una vez hecho esto, es importante revisar su vista y oídos, para descartar que el problema tenga un origen fisiológico. Además, el orientador, PT o psicopedagogo del centro, puede ayudarnos a descartar otro tipo de problemas cognitivos de atención, memoria y concentración.
Si todas estas causas resultan no ser el origen del problema, es posible que nuestro hijo/a no tenga hábito de estudio y en esto sí que podemos ayudarles de forma sencilla.
Hemos de intentar instaurar con ellos una rutina de estudio: siempre a la misma hora, en el mismo lugar y con un ambiente adecuado. Podemos realizar un horario de trabajo con ellos para que sean conscientes y partícipes de la planificación de los deberes que han de realizar. Este horario ha de ser realista, teniendo en cuenta la dificultad de cada materia y el tiempo real de que dispone el niño, teniendo en cuenta sus momentos de descanso y actividades extraescolares.
Por supuesto, esto no es una receta mágica que funcione de la noche a la mañana: hay que ser muy constantes, tener paciencia y motivar al niño alegrándonos de sus progresos y haciéndole ver que confiamos plenamente en sus capacidades.
La apatía en el estudio es síntoma de que algo no está bien. Puede reflejar problemas como un divorcio, compañeros hostiles o un sistema educativo poco favorable para la expresión de la creatividad del niño, afirma el psicoterapeuta Juan A. Barrera Méndez.
Otras causas serían alguna deficiencia física (mala visión), un lugar inadecuado (iluminación deficiente) o un sistema escolar rígido. O eventos ajenos a ellos, como: mudarse de casa, la llegada de un nuevo hermano, la muerte de un familiar. Si solo es cuestión de motivación, enséñele lo divertido del conocimiento:
• Haga experimentos científicos sencillos que despierten su interés.
• Llévelo a museos o al zoológico, para que aprenda a través del juego y la convivencia.
• Lo mejor es el ejemplo. Si usted lee, es más fácil que él lo haga.
• Deje que elija actividades que le gusten y lo motiven.
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